La fobia social en la adolescencia, un trastorno limitante

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La mayoría de las investigaciones sitúan la etapa de inicio de la fobia social en la adolescencia, alrededor de los 14-16 años. El/la menor teme ser juzgado/a, por lo que tiende a huir de aquellas situaciones que implican el contacto con personas no cercanas y, en caso de no poder evitar estos encuentros, experimenta un malestar elevado. Si bien, con las personas familiares hay ánimo de contacto e implicación. 

El trastorno de ansiedad social se define como un miedo intenso y persistente ante situaciones sociales en las que la persona se expone, o cree ser expuesta, a la observación y evaluación de los demás, anticipando automáticamente una respuesta negativa. Esto provoca un patrón de comportamiento de ansiedad que trae consigo un sufrimiento intenso e interfiere notablemente en la actividad y las relaciones sociales.

La sintomatología física de este trastorno suele ser la siguiente: ruborización, sudoración excesiva, temblores, palpitaciones, nudo en la garganta, etc. En la población infantil, la ansiedad suele traducirse en llantos, rabietas, quedarse paralizados, etc. y puede darse en interacciones con niños y niñas de su misma edad, no sólo con adultos. 

¿Cómo afecta la fobia social?

Además de a nivel psicofisiológico, con manifestaciones como sensación de ahogo, dificultades para tragar y boca seca, entre otras, este miedo le repercute a nivel cognitivo; con frecuencia, los adolescentes que sufren este trastorno de ansiedad suelen anticipar lo que va a pasar con consecuencias catastróficas, con pensamientos recurrentes relacionados con la probabilidad de hacer o decir algo que les ponga en ridículo (“Todos se van a reír de mí porque me he sonrojado”).

Asimismo, la fobia social afecta también a nivel motor, ya que el/la menor suele eludir acontecimientos sociales que teme y, cuando no puede huir de ellos, muestra comportamientos defensivos como hablar lo mínimo o no entablar contacto visual con su interlocutor. Este temor es tan limitante que el/la adolescente evita las salidas en grupo, deja de practicar actividades deportivas e, incluso, desea dejar de asistir al instituto. El trastorno, cuando presenta un curso crónico, interfiere tanto en el rendimiento académico como en el desarrollo y funcionamiento individual, con una percepción negativa de las relaciones de amistad y de apoyo social. 

¿Qué situaciones sociales se temen?

Hay determinadas situaciones que suelen ser especialmente difíciles de soportar cuando se sufre trastorno de ansiedad social. Éstas suelen ser:

  • La interacción con desconocidos.
  • La asistencia a fiestas, bailes, eventos o reuniones.
  • Hablar en público en clase.
  • Preguntar a las personas de autoridad, como un profesor. 
  • Contestar o llamar por teléfono.
  • Comer frente a otras personas.
  • Entrar a un espacio donde los demás ya estén sentados.
  • Trabajar en grupo.
  • Situaciones que requieren asertividad como pedirle a un compañero que deje de gastar esas bromas.
  • Tener una cita.
  • Iniciar una conversación, especialmente, con alguien del sexo opuesto.
  • Usar un baño público.
  • Pedir comida en un restaurante o revolver un producto en una tienda.

Los síntomas pueden modificarse con el tiempo e, incluso, pueden potenciarse ante situaciones de estrés. A pesar de que evitar estos entornos que producen ansiedad puede parecer la solución a corto plazo, es fundamental recibir el tratamiento adecuado para que este trastorno no se prolongue a largo plazo. 

¿Cuáles son las causas?

El trastorno de ansiedad social suele ser el resultado de la interacción de diferentes factores biológicos y ambientales. Entre las posibles causas se encuentran:

  • Factores hereditarios. No está claro hasta qué punto interviene la genética o las conductas adquiridas.
  • Estructura cerebral. Los individuos que tienen un núcleo amigdalino hiperactivo pueden tener una respuesta exacerbada ante el miedo.
  • El entorno. Podemos destacar la actitud y los patrones de conducta de los padres con sus hijos: la sobreprotección, la elevada exigencia o la falta de afecto. Además, algunas personas pueden desarrollar este trastorno tras haber vivido una situación social desagradable (burlas, ridículo, desprecio, rechazo, marginación, etc.).

¿Es lo mismo timidez que fobia social?

Definitivamente, no. Aunque las personas tímidas suelen mostrar incomodidad cuando tienen que relacionarse con los demás o hablar en público, éstas no sufren síntomas de extrema ansiedad al anticipar un encuentro social ni evitan esas situaciones que los cohíben. Los/as adolescentes tímidos/as pueden ruborizarse o temblar al exponer un trabajo en el aula, pero se sobreponen y lo hacen; una vez que empiezan a exponer, van adquiriendo seguridad y estos síntomas se minimizan o, sencillamente, remiten. Si bien, el/la joven con fobia social, que no tiene que ser tímido/a, intenta huir de esta situación “poniéndose malo” y, si no la puede evitar, sufre una gran crisis de angustia, que le incapacita y le bloquea; mientras que a la persona tímida solo le incomoda. 

Tratamiento de la Fobia Social

Cuando existe sospecha de padecer fobia social, es importante la evaluación de un profesional que primero llevará a cabo una exhaustiva exploración del individuo para, después, proceder al tratamiento del menor. Son especialmente eficaces los procedimientos cognitivos-conductuales que, por un lado, corrigen los pensamientos disfuncionales acerca del temor al fracaso, humillación o vergüenza y, por otro, trabajan el comportamiento que los/las adolescentes que padecen este trastorno llevan a cabo (lo que hacen y lo que no en estas situaciones que les producen ansiedad o miedo). El terapeuta también puede ayudar a restaurar la autoestima del paciente que, por lo general, es baja.

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