Intervención en casos de deseo sexual inhibido

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Psicología Clínica

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La intervención en casos de deseo sexual inhibido aborda un malestar que puede manifestarse como una reducción persistente o ausencia de interés o motivación para la actividad sexual, generando impacto emocional y en las relaciones de quienes lo padecen. Este post ofrece una revisión estructurada y basada en evidencia para orientar a los profesionales en psicología sobre evaluación, intervención y seguimiento en este tipo de disfunción sexual, especialmente relevante para la práctica clínica en sexología.

¿Qué es el deseo sexual inhibido?

El deseo sexual inhibido, también denominado trastorno del deseo sexual hipoactivo (TDSH) o anafrodisia, es la disminución persistente o ausencia total de interés por la actividad sexual, ya sea en forma de fantasías, pensamientos o voluntad para iniciarla. No se trata solo de una baja en el impulso sexual, sino de un malestar significativo o deterioro en las relaciones interpersonales debido a esta ausencia de deseo.

Puede manifestarse de dos formas principales:

  • Primaria: la persona nunca ha experimentado niveles normales de deseo.
  • Secundaria: el deseo solía estar presente, pero se redujo o desapareció con el tiempo.

Este problema puede afectar a cualquiera, mujeres y hombres, aunque es más frecuente en mujeres. Se estima que entre el 22 % de las mujeres y el 5 % de los hombres lo experimentan de forma continua, siendo la disfunción sexual femenina más común.

Causas multifactoriales

Las causas pueden ser muy diversas y suelen incluir:

  1. Factores físicos: enfermedades crónicas (diabetes, cáncer, enfermedades cardiovasculares), desequilibrios hormonales (bajas de testosterona o estrógenos), efectos secundarios de fármacos (antidepresivos, antihipertensivos), fatiga o insomnio crónicos.
  2. Factores emocionales y psicológicos: estrés elevado, ansiedad, depresión, baja autoestima, traumas sexuales (abusos, violaciones).
  3. Factores relacionales: dificultades en la intimidad emocional, comunicación deficiente, conflictos no resueltos, falta de tiempo de calidad en pareja.

Señales que pueden indicar su presencia

Pérdida o disminución notable del deseo sexual

  • Disminución marcada del interés en iniciar relaciones, fantasías o actividades sexuales.
  • Falta de motivación aun en momentos íntimos adecuados.

Baja frecuencia en actividad sexual

  • Relaciones sexuales menos frecuentes de lo deseado por la persona o su pareja.
  • Evitación de situaciones íntimas.

Falta de pensamientos o fantasías eróticas

  • Ausencia de ideas o fantasías sexuales, incluso cuando antes eran presentes.
  • Dificultad para imaginar o evocar estímulos sexuales internos.

Afectación en la respuesta sexual

  • Aunque no es el foco principal, a veces puede verse acompañado de dificultades eréctiles o lubricación reducida debido a la falta de excitación (IRA vs DES etc.).

¿En qué consiste la Evaluación Diagnóstica Inicial?

La evaluación diagnóstica inicial es el primer paso en la intervención clínica. Su objetivo principal es recoger información relevante sobre el historial personal, relacional y sexual del paciente, así como identificar posibles factores biológicos, psicológicos y contextuales que contribuyen al deseo sexual inhibido.

Entrevista clínica

El profesional lleva a cabo una entrevista estructurada o semiestructurada para recoger información sobre:

  • Historia sexual y afectiva del paciente.
  • Cambios recientes en el deseo o la conducta sexual.
  • Estado emocional y psicológico (ansiedad, depresión, estrés).
  • Factores culturales, religiosos o morales que puedan influir.
  • Calidad de la relación de pareja y comunicación sexual.

Aplicación de cuestionarios y pruebas estandarizadas

Se pueden utilizar herramientas específicas como:

  • Índice de Función Sexual Femenina (FSFI) o su equivalente masculino.
  • Inventario de Deseo Sexual, para cuantificar el grado de interés sexual.
  • Escalas de ansiedad, depresión o estrés percibido.

Evaluación médica y hormonal

En algunos casos, puede requerirse una derivación a un especialista en medicina para descartar causas fisiológicas como:

  • Trastornos hormonales (bajo nivel de testosterona o estrógenos).
  • Enfermedades crónicas que afectan la sexualidad.
  • Efectos secundarios de medicamentos.

Evaluación de la pareja (si aplica)

Cuando la persona está en una relación de pareja, es recomendable evaluar:

  • La dinámica de la relación.
  • Problemas de comunicación o conflictos no resueltos.
  • Expectativas sexuales de ambos miembros.

Registro del comportamiento y autoobservación

Se puede pedir al paciente que lleve un diario para registrar:

  • Situaciones que afectan el deseo sexual.
  • Factores que aumentan o disminuyen la motivación sexual.
  • Emociones y pensamientos asociados al contacto íntimo.

Esta fase de evaluación permite no solo clarificar el diagnóstico, sino también establecer un vínculo terapéutico sólido y adaptar la intervención a las características únicas del paciente.

Estrategias de intervención

Eliminación de barreras emocionales

La intervención en casos de deseo sexual inhibido comienza con la detección y desactivación de las barreras emocionales subyacentes, pues el deseo no solo es una cuestión física. En la práctica, el psicólogo trabaja para:

  • Identificar patrones cognitivos negativos sobre el sexo («solo es para procrear», «no soy suficiente»).
  • Disminuir el estrés relacional a través de técnicas de regulación emocional, tales como mindfulness o diálogos internos constructivos.
  • Fomentar una comunicación emocional abierta en la pareja: hablar sobre miedos, expectativas y preferencias sexuales en un entorno seguro.

Autoconocimiento corporal

Reforzar la conexión entre mente y cuerpo es esencial. Se aplican ejercicios de focalización sensorial, ya sea de manera individual o en pareja, para reconectar las sensaciones placenteras con el cuerpo. Estas técnicas incluyen:

  • Sesiones de “sensate focus”: toques suaves y conscientes en distintas zonas del cuerpo, progresando a zonas erógenas sin objetivo de excitación inmediata.
  • Exploración sensorial: uso alternativo de texturas, temperaturas y ritmos para redescubrir el placer táctil.
  • Prácticas individuales que fortalecen la conexión con las propias emociones y sensaciones, reduciendo la ansiedad y facilitando el descubrimiento de respuestas orgánicas.

Educación y desmontaje de mitos

Uno de los mayores obstáculos para el deseo sexual inhibido reside en los mitos y creencias culturales que distorsionan la sexualidad: frecuencia estandarizada, “deber ser” sobre el desempeño, etc. Algunas estrategias incluyen:

  • Psicoeducación dirigida a normalizar la variabilidad del deseo y el placer.
  • Trabajo sobre expectativas irreales generadas por pornografía o mensajes mediáticos.
  • Reemplazo de creencias disfuncionales por narrativas empoderadoras y realistas.

Trabajo con fantasías

Explorar la fantasía puede reavivar el deseo. Desde la terapia erótica, se anima al paciente a:

  • Identificar y expresar sus fantasías sin juicio.
  • Crear una «caja de herramientas» erótica personal —escenarios, personajes, sensaciones— que estimulen la imaginación y reconecten el deseo emocional y mental.
  • Incorporar la fantasía como recurso terapéutico para contrarrestar la inhibición y fomentar un diálogo creativo y no prescriptivo sobre el deseo.

Terapia de pareja

Cuando el deseo inhibido repercute en la convivencia, se requiere una intervención conjunta. El enfoque en pareja incluye:

  • Mejora de la comunicación afectiva y sexual: ¿qué funciona? ¿qué frustra?
  • Resolución de conflictos relacionales y reajuste de roles emocionales.
  • Reestructuración del tiempo íntimo: planificar espacios específicos libres de distracción para encuentros de exploración corporal.
  • Uso coordinado de prácticas sensoriales y cognitivas para fortalecer la intimidad.

Técnicas conductuales y cognitivas

Integrar métodos avalados científicamente aporta solidez al tratamiento:

  • Entrenamiento de consistencia-orgasmo. Este enfoque, propuesto por David Hurlbert, busca aumentar la frecuencia del orgasmo femenino mediante el fortalecimiento del deseo sexual, la reducción de la ansiedad y la mejora de la autoestima y la comunicación sexual. Incluye técnicas como el diario sexual, la identificación de bloqueos y el refuerzo positivo.
  • Relajación y mind-body techniques: ejercicios de respiración y relajación previo al encuentro para reducir bloqueos.
  • Focalización sensorial. Desarrollada por William Masters y Virginia Johnson, es una técnica terapéutica que implica ejercicios de contacto físico sin presión de rendimiento sexual. Su objetivo es redescubrir el placer a través del tacto, sin la exigencia del coito o del orgasmo, ayudando a reducir la ansiedad y mejorar la intimidad.
  • Reestructuración cognitiva: identificar pensamientos disfuncionales (“soy demasiado viejo”, “ya no le gusto”) y transformarlos en creencias racionales o alternativas positivas.

Estas estrategias combinan elementos psicocorpóreos, cognitivos, relacionales y educativos, conformando un abordaje integral y personalizable según cada caso. En la práctica profesional, la planificación del tratamiento se adapta al ritmo individual, coordinando con otras disciplinas si es necesario (ginecología, sexología médica, fisioterapia del suelo pélvico, etc.). Con estas intervenciones, se fortalece el deseo, se mejora la intimidad y se facilita una sexualidad más libre, auténtica y satisfactoria tanto para el individuo como para la pareja.